Esta es la historia de Paulino Moreno Rojo, una de las numerosas víctimas entre soldados no provocadas por los combates sino por las enfermedades o las crecientes malas condiciones que se sufrieron en el #EjércitoPopulardelaRepública.
Paulino nació el 6 de julio de 1919 y era uno de los siete hijos del matrimonio formado por Francisco Moreno Martínez (natural según unas fuentes de #Caniles y según otras de #Zújar) y la cullarense Dolores Rojo Martínez. La familia residía en Mazarra, en el anejo de la Venta del Peral.
La guerra se llevó al frente, sucesivamente, nada menos que a cinco de los hermanos Moreno Rojo: Manuel, Joaquín, Juan Antonio, Francisco y Paulino (el joven Antonio se salvó porque apenas tenía catorce años). Paulino pertenecía al reemplazo de 1940, que fue movilizado por el gobierno de la #SegundaRepública en septiembre de 1937, pero que no se incorporó a filas hasta seis meses más tarde. Como ya venía siendo lamentablemente habitual, los reclutas debían incorporarse a filas trayendo de su casa manta, plato, cuchara y zapatos propios.
Los mozos del reemplazo de 1940 de Cúllar ingresaron en el Centro de Reclutamiento, Instrucción y Movilización nº 5 de #Almería el día 12 de marzo de 1938, acompañados por el comisionado de quintas del Ayuntamiento. La mayoría, como Paulino, apenas superaba los dieciocho años. Todos realizaron la instrucción en el Campamento Álvarez de Sotomayor de #Viator. Paulino fue asignado a la 13ª Compañía.
Once días después de llegar escribió una carta a su familia, que sus sobrinos han guardado con devoción y cariño, porque fue la última noticia directa que tuvieron de él. En la misma (que transcribimos al final del post), además de tranquilizar a su familia (“me encuentro bien, que estoy muy a gusto”) y de animar a su padre a que lo visitara antes de ser enviado a combatir, pedía cosas tan básicas como jabón o unos alpargates (“porque estoy descalzo”), se interesaba por sus hermanos en el frente, por la economía familiar y mandaba saludos a familiares y vecinos. Finalmente, se despedía con un premonitorio “y ustedes, mis queridos padres, reciban el corazón de su hijo Paulino”.
Y es que, al poco tiempo y en fecha indeterminada, tras caer enfermo fue trasladado al Hospital de la Sanidad Militar en #Huércal-Overa, donde falleció el 2 de junio de 1938. La familia nunca supo exactamente de qué murió ni donde fue enterrado.
Pero ahora hemos podido localizar su partida de defunción en el #RegistroCivil de esa ciudad almeriense, que indica que falleció a las siete de la mañana del mencionado día por “dilatación aguda del corazón”: una dolencia probablemente causada por alguna infección. La inscripción se realizó según la manifestación realizada por Alfonso Bernal López, enfermero del hospital, y se indicaba que el cadáver recibiría sepultura en el cementerio de la localidad. En julio de ese mismo año su padre, a través del Ayuntamiento de Cúllar, solicitó el abono de los haberes pendientes de cobro de su hijo, pero seguramente no tendrían derecho a pensión al no haber fallecido en combate. Y, una vez acabada la guerra, no se atrevieron a indagar lo que había pasado con él ni adónde había sido enterrado.
Así que nos hemos puesto en contacto con el Negociado del Cementerio del Ayuntamiento de Huércal-Overa con la esperanza de que en los libros de enterramientos se pudiera localizar la ubicación de la tumba Paulino, el joven soldado que ni siquiera llegó a ir al frente.
Os seguimos animando a que contribuyáis a este importante proyecto con vuestros recuerdos familiares, para poder reconstruir la historia de todos ellos.
* Transcripción de la carta de Paulino Moreno Rojo a su familia (hemos normalizado la ortografía para una mejor lectura):
“Campamento de Viator, a 23 de marzo del 38
Mi(s) queridos padres y hermanos y cuñada y además sobrinos, deseo que al ser estas letras en su poder se encuentren con una perfecta salud, que es lo que yo deseo; que yo quedo bien en compañía de todos mis compañeros. Salud.
Padre, esta es para decirle cómo me encuentro bien, que estoy muy a gusto. Lo cual, que tengo gana es de verlos, que si usted quiere venir, puede usted venir, porque están viniendo. Porque si usted no puede venir, entonces si pueden mandarme un poco de jabón y unos apargates, porque estoy descalzo. Pero si puede venir, que venga, porque tengo ganas de verlo. Porque ahora estoy aquí cerca, pero en cuando nos vayamos, entonces no puede ir.
Madre, si supiera usted la gana que tengo gana de verla, pero alguna vez será ese día para abrazarnos. / Le dan memorias a todos los vecinos.
También le digo que si han escrito mi(s) hermanos, porque a Manuel le he escrito y no me ha contestado, que me manden todas las direcciones para yo escribirles. María, no te encargo más que no le deis a la madre disgusto, porque (a)demás sabes cómo está padre. Me dirá si ha vendido las bestia(s) o ha metido algún mozo, porque Andrés se habrá ido, porque aquí los han recogido; yo no lo sé, es por lo que dicen. ¿Y cómo va el ganado?, que si está el pasto todavía. Y por no tener más que decirles, que me escriban pronto, que la dirección la llevan en el remite. Le dan muchas memorias al tío Antonio y a su familia y a su ¿Basilia? lo mismo? Y a Francisquillo le dan muchos besos y abrazos y al niño de Juan, lo mismo. Y ustedes, mis queridos padres, reciban el corazón de su hijo Paulino (firma)”.
Fotografía y copia de la carta, gentileza de Dolores Bonil Moreno (sobrina).